jueves, 19 de julio de 2018

La extraña pareja: Stevenson y Modestine




Cuatro años antes de publicar uno de los mejores libros de aventuras jamás escrito, La isla del Tesoro,  siete años antes de estremecer al mundo con El extraño caso del doctor Jeckill y míster Hyde –dos libros clásicos y tan modernos como si fuesen escritos ayer–, el errante escocés Robert Louis Stevenson, de primera vocación sus viajes,  ya había deleitado a sus lectores con un librito que pone de manifiesto su amor por la naturaleza y la vida al aire libre: Viajes con una burra.

Hoy las Cevenas constituyen el único parque nacional francés de media montaña, en buena medida gracias a la aventura de Stevenson, que comparte con sus lectores la difícil relación con la burra que compró para transportar sus pertrechos de aventurero, que bautizo como Modestine y que acabó echando de menos cuando, acabada la aventura, tuvo que deshacerse de ella.

El escritor relata sus experiencias en posadas cochambrosas donde animales y personas comparten espacio escaso y nula limpieza, pero donde trasciende su pasión es cuando cuenta sus noches al raso: “Bajo techo, la noche es un lapso de tiempo monótono y pesado, pero en campo abierto pasa más entretenida y ligera, con sus estrellas, relentes y perfumes; cambios múltiples en la faz de la naturaleza marcan el paso de las horas. Lo que parece una especie de muerte temporal a los que duermen oprimidos entre paredes y celajes, es solo dormitación ligera y viva para el que duerme al raso”.

Como buen lector de Henry David Thoreau, el autor de Walden o Desobediencia civil, Robert Louis Stevenson nos hace vivir su pasión por la naturaleza, su júbilo ante la llegada del día tras una noche al sereno, su agradecimiento a la naturaleza que le permitió conocer las estrellas: “Tan contento y satisfecho estaba, que, medio riendo, fui dejando monedas sueltas por el césped según salía del claro, hasta que creí haber pagado honorablemente el alojamiento de aquella noche”.

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