viernes, 27 de noviembre de 2015

Noticia falsa de la muerte de Eduardo Galeano

Dicen que Eduardo Galeano murió el pasado mes de abril, pero no es cierto. Es una leyenda urbana propagada por los poderosos del mundo para que lo olvidemos pronto, para que no recurramos a él como faro que fue, como guía que es.

En "Días y noches de amor y guerra" nos cuenta cómo descubrió que estaba predestinado a ser un cazador de palabras: "Para eso había nacido. Esa iba a ser mi manera de estar con los demás después de muerto y así no se iban a morir del todo las personas y la cosas que yo había querido". Muchas cosas, muchas personas: los pobres, los desposeídos, los expoliados, los torturados y los asesinados, los exiliados y los refugiados, una legión.

Ahora que hace 40 años que murió nuestro dictador durante otros cuarenta años, Galeano también tiene en "Días y noches de amor y guerra" una muy oportuna definición para releer y rumiar: "La dictadura es una costumbre de la infamia: una máquina que te hace sordo y mudo, incapaz de escuchar, impotente de decir y ciego de lo que está prohibido mirar".

Para estos tiempos en los que nos inculcan que todo está tan mal que apenas hay margen de maniobra ni, por tanto, lugar para la menor reivindicación -otra forma de dictadura-, Galeano, muy vivo él, nos deja también un recordatorio: "La censura triunfa de verdad cuando cada ciudadano se convierte en el implacable censor de sus propios actos y palabras".

Como Juan Rulfo, del que nos dice que "dijo lo que tenía que decir en pocas páginas, puro hueso y carne sin grasa", Eduardo Galeano nos cuenta también su constante empeño en depurar su escritura al máximo: "Tratamiento para adelgazar. Decir cada vez más, con menos". 

Galeano nos habla desde todas, desde cada una de sus páginas, con una fuerza y una pasión armada para remover conciencias, para lanzar alertas, para provocar pensamientos y reflexiones. Por eso resulta evidente que la noticia de su muerte es falsa. Lo seguiremos oyendo, viendo y leyendo cada vez que lo necesitemos. A menudo.

viernes, 20 de noviembre de 2015

"Amigo miedo" se destapa en Ourense


En el escaparate de la librería EIXO, en Ourense, "Amigo miedo" y Ediciones de la Discreta compartieron espacio con otros nombres y sellos interesantes. En el interior, compartimos agradables momentos de conversación con un entrañable grupo de amigos de la memoria y de la lectura. Bonita forma de celebrar un día como el de hoy.

Comparto con quienes estábais en otras latitude una síntesis de mi intervención, que podría servir también para resumir las de las presentaciones del libro que celebramos anteriormente en Brumoso, en Santiago o en Verín.


Si me permitís, empezaré reconociendo que, pese a haber nacido en Zamora, o quizás precisamente por eso ­–porque desde Sanabria las comunicaciones solían ser mejores hacia aquí que hacia allá–, Ourense es la primera ciudad de mi vida, y reúne para mí, como casi todo en la vida, descubrimientos gozosos y otros que no lo fueron tanto.
   Ourense es, por ejemplo, la ciudad donde vi por primera vez la televisión, en un bar.
   Es la ciudad donde pude ver lo nunca visto: ¡una fuente de la que salía agua hirviendo!
  Ourense fue también la ciudad donde comencé a perder la inocencia, en la consulta del médico que me robó las anginas. Fue donde tuve mi primera experiencia sensual, en un momento especialmente dramático que, sin embargo, no me acabó orientando hacia el masoquismo, que yo sepa.
Hago un resumen telegráfico de mi operación de amígdalas. Tenía siete u ocho años. Primer engaño: camisa de fuerza vestida. Segundo engaño: me mandaron abrir la boca para extraer algo que no tenía dentro y me encontré con la boca de par en par, gracias a un artefacto mecánico que dejará trabajar al especialista. Primera percepción más que sensual, sexual casi: la enfermera me sienta en las rodillas y me aprieta contra su pecho para acabar de inmovilizarme. Las vestiduras del doctor acabaron tan manchadas como si fuese un carnicero, porque no dejé de llorar mientras me extraía las anginas. Pero no solo de llorar vive el niño, y yo, aquel día, tuve también tiempo para gozar del roce.
El tiempo, desde entonces, pasó de prisa. Medio siglo después ese niño se esfumó y yo regreso a Ourense para hablar de Amigo miedo, una novela que casualmente reúne, a través del protagonista-narrador, las aventuras de un muchacho y los recuerdos y experiencias del viejo en que se ha convertido.
AMIGO MIEDO
Pese a su relativa brevedad, en Amigo miedo hay varias novelas, según manifestó en las primeras presentaciones Emilio Gavilanes, escritor y, para mí, editor. Está la novela del guía del general Caminero. Está la novela de los secretos guardados en el fondo de las conciencias que se acaban pudriendo si no encuentran una salida al aire libre. Está la novela de la despoblación de las zonas rurales. Está, por supuesto, la novela de la memoria y sus olvidos. Y está, desde luego, la novela del miedo, que es la más recurrente, la que da unidad al libro, junto a la presencia del general Caminero, como hilo conductor, como espina dorsal.
Creo que Emilio Gavilanes puede tener mucha razón en estas apreciaciones, que valoro mucho porque además de coordinador de la edición y amigo es, desde que le conozco, uno de mis autores preferidos.
Pero creo también que Amigo miedo se puede explicar de una forma más sencilla, partiendo del trío de elementos que otro de mis autores admirados, Miguel Delibes, consideraba esenciales para la construcción de una novela: una persona, un paisaje, una pasión.
Primera P: la persona
En Amigo miedo existen dos protagonistas, un viejo y un muchacho, que son la misma persona. El muchacho, por circunstancias del azar, se ve obligado a guiar hacia Portugal al general republicano Gómez Caminero. Una aventura entre el miedo y la emoción que condicionará toda su vida, envuelta en una sucesión de mentiras que le sirven de coraza.
Solo cuando ya es un viejo, el protagonista de Amigo miedo se sentirá obligado a reflexionar sobre la mentira que ha sido toda su existencia, cuando un investigador de la historia se interesa por ese breve viaje en el que acompañó al general republicano.
Además del protagonista, como es natural, en el libro hay muchas otras personas. Está el general, en una misión fugaz por Brumoso que dará mucho que hablar. Y están todas las personas que viven en ese valle por el que pasa el general y que quedan hablando, que achacan a Caminero cobardía, dando por hecho que huía de la guerra que comenzaba.
En su camino hacia Portugal, a lomos de un pequeño borrico que, al parecer, no le evitaba tocar el suelo con las suelas de sus botas, el general Caminero se encontró con un vecino que volvía con las vacas, montado en su propia borrica, y que se detuvo a su lado.
Entonces el general, ya relajado tras los apuros que había pasado en Sanabria, donde estuvieron a punto de matarlo los propios defensores de la República, manifiesta su interés por catar lo que el paisano lleva en la bota que cuelga de su hombro. Ese momento deja una conversación escueta pero con suficiente gancho para merecer una historia alrededor:
–¿Que lleva ahí?
­–Llevo… ¡aire!  –era la forma de decir que el contenido ya se había agotado
–Aire es lo que llevo yo.
Real o enriquecido por los sucesivos contadores, ese diálogo chispeante sirvió para que, en el valle de Brumoso, se diese por sentado que el general huía de la quema. Que la guerra no le apetecía. Que solo buscaba salvar su pellejo, en Portugal o en América.
Y están, además, otras personas: la familia, los amigos, los amores del protagonista. Las emociones.
Segunda P: el paisaje
Amigo miedo se desarrolla en el valle del Tuela al que yo llamo Brumoso, desde las portillas de Padornelo y La Canda hasta Portugal. Es el trecho que recorre el general Caminero, no para huir, sí para volver al cuartel general de la República, tras verse incapaz de llevar a buen fin la misión que le había encomendado el Gobierno.
Se podría decir que el paisaje conforma la P más inmutable, porque los viejos más viejos recuerdan los castaños centenarios de Brumoso con las mismas arrugas que tienen ahora.
Pero sería una falsa impresión. Pese a estar cerca del Penedo de los tres Reinos, una teórica tierra de nadie, fue un espacio, un paisaje dominado por el miedo, condenado a vivir entre el temor y el silencio durante muchos años, como tantos otros.
El paisaje del miedo ya casi ha desaparecido, con la desaparición de los más viejos. Aunque sigue siendo común, entre los mayores, contar las historias de antes en voz baja, rehuyendo corrillos.
La atmósfera, el paisaje del miedo resiste.
Tercera P: la pasión
Aunque hay amores y desamores, y salvajes venganzas, en este caso, la pasión principal es el miedo. En una reciente entrevista, el historiador Paul Preston decía que Franco invirtió en terror para perpetuarse en el poder. Se podría decir que invirtió bien, porque cumplió sobradamente sus objetivos.
El miedo es la pasión dominante en esta novela, la emoción que gobierna las acciones y los silencios de los personas durante al menos medio siglo. En la novela y en la realidad.
El protagonista-narrador de Amigo miedo es una persona que se ha pasado la vida amordazada por el miedo, por lo que vio e intuyó de niño, por lo que le inculcaron sus mayores.
Por miedo, el narrador vivió convertido en otra persona, oculto a la vista de todos. Sólo cuando ya es un anciano, cuando comienza a pensar más en la muerte que en la vida, es capaz de abrir las compuertas a sus vivencias, a sus pensamientos, a la verdad.
Los esquemas del contador cambian cuando una persona, ajena a su reducido círculo vital, le demuestra que aquel general andaba en misión de paz, tratando de parar la rebelión en los acuartelamientos del noroeste.
Y entonces se desborda y cuenta todo. Reconoce que no fue forzado a servirle de guía. Que no fue maltratado ni amenazado de muerte, como afirmó durante años, para defenderse frente a las posibles, casi seguras represalias. 
Entonces cuenta su aventura, la de aquel día y la de toda una vida disfrazado bajo una careta de mentiras.
Cuenta de un modo un tanto caótico, mezclando primeros amores y primeras decepciones con la atmósfera pre-bélica, la lucha por la vida en el campo con la huida hacia las ciudades durante la prolongada posguerra, durante lo que Celso Emilio Ferreiro tan bien definió como una longa noite de pedra.
Para mí, Amigo miedo no es una novela histórica. Nunca me  planteé hacer eso, tal vez consciente de que requeriría un duro trabajo de documentación e investigación.
Yo sólo quise escribir una novela partiendo de esas historias sobre la presencia del general en mi tierra, tantas veces escuchadas desde que era un muchacho.
Quise hacer una novela con lo que creo elemental para una novela, que podríamos simplificar como la doble E:
·        Emocionar y
·        Entretener
Dos objetivos que he procurado conseguir de forma paralela, contando las diferentes historias que se dan cita en Amigo miedo en pequeñas dosis para crear, además, una atmósfera de intriga, dado que al lector siempre le queda pendiente saber algo más de la escena anterior, hasta el final.
Esta novela nace de una necesidad personal, la de reflexionar sobre los prejuicios, sobre las conclusiones apresuradas que pueden hacer que andemos durante toda la vida ciegos o, por lo menos, equivocados sobre asuntos de gran importancia. Amigo miedo nace de la necesidad de reflexionar sobre la liviandad de la verdad, que a veces es como las hojas del otoño que desplaza el viento. Reflexionar sobre cómo algo puede convertirse en lo contrario.
Así, podríamos afirmar que Amigo miedo es novela de aventuras que incluye una reflexión ética sobre los juicios apresurados y sobre los secretos y las mentiras que a menudo lastran la vida de las personas.
De esa contradicción entre lo que ocurrió y lo que se contó sobre Caminero nace Amigo miedo. No de la necesidad de hacerle justicia al general republicano, que pasó por Ourense antes de buscar Portugal vía Brumoso. En los libros de historia, ya la había encontrado, desde que la historia dejó de ser dictada por el dictador Franco.
Cuatro cintas, cuatro capítulos recogen la aventura del joven guía –la real y la inventada para usar como protección–, pero también muchas otras historias que el viejo recuerda y va desgranando al mismo tiempo. Historias sobre los muertos en la Guerra Civil o sobre otras muertes como del hermano del contador, víctima de un desgraciado juego de guerra.
El narrador de Amigo Miedo cuenta lo que le han pedido, su pequeña odisea como guía del general Caminero, y cuenta además otras muchas historias de forma un tanto embarullada, como se suelen contar las historias orales. Al final, el lector es quien debe ir poniendo orden, colocando las piezas, haciendo el puzzle.
Y ya para terminar, confesaré que, además de escribir una novela entretenida y, sobre todo, emocionante, yo también quería hacer un modesto homenaje a la generación de mis padres, la generación del miedo, la que tuvo que atravesar la prolongada noche de piedra, la que vivió durante años en una atmósfera que, estoy convencido, tuvo muy poco que ver con la parte más dramática de mi experiencia en la clínica del cortador de anginas que citaba al principio.