Los amantes de las
definiciones suelen decir que la novela es un genero complejo, una estructura
de largo aliento, y también un producto en el caben los altibajos o, por
decirlo sin tapujos, los rellenos. Se dice que el relato, por el contrario, es
una luz que debe mantener la intensidad y brillar todavía más en el momento de
concluir, para dejarnos los ojos todavía viéndola después de haberse apagado,
después de haber concluido la lectura.
Breve
enciclopedia de la infancia (Edhasa) es una novela donde Emilio
Gavilanes –que también ha firmado cuentos magistrales–, no deja espacio para las
páginas fofas. Es una novela de relatos con algunos capítulos tan breves como
parpadeos y con historias más largas que tienen en común la intensidad y la
diversidad de las emociones.
La capacidad de asombro,
la peor crueldad y la mayor ternura, la acción y, sobre todo, la percepción, la
oscuridad y la iluminación. Todo ello habita en Breve enciclopedia de la infancia, que ganó el último premio Tiflos. Niños valientes y padres
asustados. Una ciudad en construcción y un campo que acoge la mayor parte de
las vivencias del grupo de niños protagonistas y que está llamado a
desaparecer, como la propia infancia, sin embargo predestinada a ocupar la
mayor parte de la memoria de quienes un día no muy lejano, si el destino lo
permite, serán ancianos.
A la hora de comentar y
recomendar un libro así uno siente la tentación de incorporar entrecomillados
para apropiarse –de algún modo– de la magia, de los hallazgos que le han hecho
estremecer, vibrar, reír, temblar, llorar, emocionarse en cada página. Uno se
contiene y se limita a concluir apuntando que este es uno de esos libros de los
que salimos sintiendo que nos han hecho mejores, que nos recuerdan lo sabios que
éramos de niños pero, también, lo incompletos que somos de adultos.