domingo, 5 de agosto de 2018

Cuando John Steinbeck cabalgó sobre Rocinante



Años después de escribir Tortilla Flat, De ratones y hombres, Las Uvas de la ira o La perla, dos años antes de recibir el Nóbel de Literatura, en 1960 John Steinbeck se propuso la ambiciosa tarea de alcanzar un conocimiento global sobre su país, los Estados Unidos de América, recorriéndolo a lomos de Rocinante, su autocaravana, con la única compañía de su caniche Charley como fiel escudero.

Quien eligió ser el portavoz de los desheredados a través de la monumental epopeya protagonizada por Tom Joad, siente de nuevo debilidad por acercarse a los colectivos de migrantes, en este caso los temporeros que bajan desde Canadá para recolectar patatas en el estado de Maine, y es ahí donde Steinbeck tiene uno de sus encuentros más dichosos, durante los tres meses que dura su aventura.

Además de preguntarse por las raíces de quienes viven a bordo de casas rodantes para poder rehacer su vida con mayor facilidad cuando un trabajo se acaba y es necesario desplazarse, el autor que decidió quedarse denunciando las injusticias sociales de su país mientras sus compañeros de generación perdida buscaban la gloria –a menudo a través de la bebida­– en París sufre con su casa-camión las riadas del tráfico y despotrica contra las trabas que suponen las fronteras entre estados hasta el punto de declarar que ama a todas las naciones y odia a todos los gobiernos.

Con todo, lo peor de su viaje lo encuentra donde temía encontrarlo, en el Sur racista, como testigo de los insultos que las amas de casa denominadas “animadoras” dedican a una minúscula niñita negra que llevan en brazo los federales para que pueda ejercitar su derecho a acudir a una escuela que antes era solo para blancos.


Viajes con Charley lleva como subtítulo “en Busca de América”. A menudo, a John Steinbeck no le gusta lo que encuentra. El lector goza con la lavadora que inventa para que su ropa se lave mientras viaja y celebra la labor del mal encarado buen samaritano que le resuelve un problema de ruedas en medio de una tormenta infernal. El lector sufre y enferma cuando el autor siente náuseas. De esas manifestaciones y de otros contactos con personas profundamente racistas sale el viajero absolutamente enfermo, tanto que no es capaz de reseñar nada destacable desde que deja Nueva Orleáns hasta que se pierde entre el tráfico, de vuelta en Nueva York.