En el escaparate de la librería EIXO, en Ourense, "Amigo miedo" y Ediciones de la Discreta compartieron espacio con otros nombres y sellos interesantes. En el interior, compartimos agradables momentos de conversación con un entrañable grupo de amigos de la memoria y de la lectura. Bonita forma de celebrar un día como el de hoy.
Comparto con quienes estábais en otras latitude una síntesis de mi intervención, que podría servir también para resumir las de las presentaciones del libro que celebramos anteriormente en Brumoso, en Santiago o en Verín.
Si
me permitís, empezaré reconociendo que, pese a haber nacido en Zamora, o quizás
precisamente por eso –porque desde Sanabria las comunicaciones solían ser
mejores hacia aquí que hacia allá–, Ourense es la primera ciudad de mi vida,
y reúne para mí, como casi todo en la vida, descubrimientos gozosos y otros que no lo fueron tanto.
Ourense
es, por ejemplo, la ciudad donde vi por primera vez la televisión, en un bar.
Es
la ciudad donde pude ver lo nunca visto: ¡una fuente de la que salía agua
hirviendo!
Ourense
fue también la ciudad donde comencé a perder la inocencia, en la consulta del
médico que me robó las anginas. Fue donde tuve mi primera experiencia sensual,
en un momento especialmente dramático que, sin embargo, no me acabó orientando
hacia el masoquismo, que yo sepa.
Hago
un resumen telegráfico de mi operación de amígdalas. Tenía siete u ocho años. Primer
engaño: camisa de fuerza vestida. Segundo engaño: me mandaron abrir la boca para extraer algo que no tenía dentro y me encontré con la boca de par en par, gracias a un artefacto mecánico que dejará trabajar al especialista. Primera percepción más que sensual,
sexual casi: la enfermera me sienta en las rodillas y me aprieta contra su pecho
para acabar de inmovilizarme. Las vestiduras del doctor acabaron tan manchadas
como si fuese un carnicero, porque no dejé de llorar mientras me extraía las
anginas. Pero no solo de llorar vive el niño, y yo, aquel día, tuve también
tiempo para gozar del roce.
El
tiempo, desde entonces, pasó de prisa. Medio siglo después ese niño se esfumó y
yo regreso a Ourense para hablar de Amigo
miedo, una novela que casualmente
reúne, a través del protagonista-narrador, las aventuras de un muchacho y los
recuerdos y experiencias del viejo en que se ha convertido.
AMIGO MIEDO
Pese a su relativa brevedad, en Amigo miedo hay varias novelas, según manifestó en las primeras
presentaciones Emilio Gavilanes, escritor y, para mí, editor. Está la novela
del guía del general Caminero. Está la novela de los secretos guardados en el
fondo de las conciencias que se acaban pudriendo si no encuentran una salida al
aire libre. Está la novela de la despoblación de las zonas rurales. Está, por
supuesto, la novela de la memoria y sus olvidos. Y está, desde luego, la novela
del miedo, que es la más recurrente, la que da unidad al libro, junto a la
presencia del general Caminero, como hilo conductor, como espina dorsal.
Creo que Emilio Gavilanes puede tener mucha razón en estas
apreciaciones, que valoro mucho porque además de coordinador de la edición y amigo
es, desde que le conozco, uno de mis autores preferidos.
Pero creo también que Amigo
miedo se puede explicar de una forma más sencilla, partiendo del trío de
elementos que otro de mis autores admirados, Miguel Delibes, consideraba
esenciales para la construcción de una novela: una persona, un paisaje, una
pasión.
Primera P: la persona
En Amigo miedo
existen dos protagonistas, un viejo y un muchacho, que son la misma persona. El
muchacho, por circunstancias del azar, se ve obligado a guiar hacia Portugal al
general republicano Gómez Caminero. Una aventura entre el miedo y la emoción
que condicionará toda su vida, envuelta en una sucesión de mentiras que le
sirven de coraza.
Solo cuando ya es un viejo, el protagonista de Amigo miedo se sentirá obligado a
reflexionar sobre la mentira que ha sido toda su existencia, cuando un
investigador de la historia se interesa por ese breve viaje en el que acompañó
al general republicano.
Además
del protagonista, como es natural, en el libro hay muchas otras personas. Está
el general, en una misión fugaz por Brumoso que dará mucho que hablar. Y están
todas las personas que viven en ese valle por el que pasa el general y que
quedan hablando, que achacan a Caminero cobardía, dando por hecho que huía de
la guerra que comenzaba.
En
su camino hacia Portugal, a lomos de un pequeño borrico que, al parecer, no le
evitaba tocar el suelo con las suelas de sus botas, el general Caminero se
encontró con un vecino que volvía con las vacas, montado en su propia borrica,
y que se detuvo a su lado.
Entonces
el general, ya relajado tras los apuros que había pasado en Sanabria, donde
estuvieron a punto de matarlo los propios defensores de la República,
manifiesta su interés por catar lo que el paisano lleva en la bota que cuelga
de su hombro. Ese momento deja una conversación escueta pero con suficiente
gancho para merecer una historia alrededor:
–¿Que
lleva ahí?
–Llevo…
¡aire! –era la forma de decir que el
contenido ya se había agotado
–Aire
es lo que llevo yo.
Real
o enriquecido por los sucesivos contadores, ese diálogo chispeante sirvió para
que, en el valle de Brumoso, se diese por sentado que el general huía de la
quema. Que la guerra no le apetecía. Que solo buscaba salvar su pellejo, en
Portugal o en América.
Y
están, además, otras personas: la familia, los amigos, los amores del
protagonista. Las emociones.
Segunda P: el paisaje
Amigo
miedo se desarrolla en el valle del Tuela al que yo llamo Brumoso, desde las
portillas de Padornelo y La Canda hasta Portugal. Es el trecho que recorre el
general Caminero, no para huir, sí para volver al cuartel general de la
República, tras verse incapaz de llevar
a buen fin la misión que le había encomendado el Gobierno.
Se
podría decir que el paisaje conforma la P más inmutable, porque los viejos más
viejos recuerdan los castaños centenarios de Brumoso con las mismas arrugas que tienen
ahora.
Pero
sería una falsa impresión. Pese a estar cerca del Penedo de los tres Reinos,
una teórica tierra de nadie, fue un espacio, un paisaje dominado por el miedo,
condenado a vivir entre el temor y el silencio durante muchos años, como tantos
otros.
El
paisaje del miedo ya casi ha desaparecido, con la desaparición de los más
viejos. Aunque sigue siendo común, entre los mayores, contar las historias de
antes en voz baja, rehuyendo corrillos.
La
atmósfera, el paisaje del miedo resiste.
Tercera P: la pasión
Aunque
hay amores y desamores, y salvajes venganzas, en este caso, la pasión principal
es el miedo. En una reciente entrevista, el historiador Paul Preston decía que
Franco invirtió en terror para perpetuarse en el poder. Se podría decir que
invirtió bien, porque cumplió sobradamente sus objetivos.
El
miedo es la pasión dominante en esta novela, la emoción que gobierna las
acciones y los silencios de los personas durante al menos medio siglo. En la
novela y en la realidad.
El
protagonista-narrador de Amigo miedo
es una persona que se ha pasado la vida amordazada por el miedo, por lo que vio
e intuyó de niño, por lo que le inculcaron sus mayores.
Por
miedo, el narrador vivió convertido en otra persona, oculto a la vista de todos.
Sólo cuando ya es un anciano, cuando comienza a pensar más en la muerte que en
la vida, es capaz de abrir las compuertas a sus vivencias, a sus pensamientos,
a la verdad.
Los
esquemas del contador cambian cuando una persona, ajena a su reducido círculo
vital, le demuestra que aquel general andaba en misión de paz, tratando de
parar la rebelión en los acuartelamientos del noroeste.
Y
entonces se desborda y cuenta todo. Reconoce que no fue forzado a servirle de
guía. Que no fue maltratado ni amenazado de muerte, como afirmó durante años,
para defenderse frente a las posibles, casi seguras represalias.
Entonces
cuenta su aventura, la de aquel día y la de toda una vida disfrazado bajo una
careta de mentiras.
Cuenta
de un modo un tanto caótico, mezclando primeros amores y primeras decepciones
con la atmósfera pre-bélica, la lucha por la vida en el campo con la huida
hacia las ciudades durante la prolongada posguerra, durante lo que Celso Emilio
Ferreiro tan bien definió como una longa
noite de pedra.
Para
mí, Amigo miedo no es una novela histórica. Nunca me planteé hacer eso, tal vez consciente de que
requeriría un duro trabajo de documentación e investigación.
Yo
sólo quise escribir una novela partiendo de esas historias sobre la presencia
del general en mi tierra, tantas veces escuchadas desde que era un muchacho.
Quise hacer una novela con lo que creo elemental para una
novela, que podríamos
simplificar como la doble E:
·
Emocionar
y
·
Entretener
Dos
objetivos que he procurado conseguir de forma paralela, contando las diferentes
historias que se dan cita en Amigo miedo
en pequeñas dosis para crear, además, una atmósfera de intriga, dado que al
lector siempre le queda pendiente saber algo más de la escena anterior, hasta
el final.
Esta
novela nace de una necesidad personal, la de reflexionar sobre los prejuicios, sobre las conclusiones apresuradas que
pueden hacer que andemos durante toda la vida ciegos o, por lo menos,
equivocados sobre asuntos de gran importancia. Amigo miedo
nace de la necesidad de reflexionar sobre la liviandad de la verdad, que a
veces es como las hojas del otoño que desplaza el viento. Reflexionar sobre cómo
algo puede convertirse en lo contrario.
Así,
podríamos afirmar que Amigo miedo es
novela de aventuras que incluye una reflexión ética sobre los juicios
apresurados y sobre los secretos y las mentiras que a menudo lastran la vida de
las personas.
De
esa contradicción entre lo que ocurrió y lo que se contó sobre Caminero nace Amigo miedo. No de la necesidad de
hacerle justicia al general republicano, que pasó por Ourense antes de buscar
Portugal vía Brumoso. En los libros de historia, ya la había encontrado, desde
que la historia dejó de ser dictada por el dictador Franco.
Cuatro
cintas, cuatro capítulos recogen la aventura del joven guía –la real y la
inventada para usar como protección–, pero también muchas otras historias que
el viejo recuerda y va desgranando al mismo tiempo. Historias
sobre los muertos en la Guerra Civil o sobre otras muertes como del hermano del
contador, víctima de un desgraciado juego de guerra.
El
narrador de Amigo Miedo cuenta lo que
le han pedido, su pequeña odisea como guía del general Caminero, y cuenta
además otras muchas historias de forma un tanto embarullada, como se suelen
contar las historias orales. Al final, el lector es quien debe ir poniendo
orden, colocando las piezas, haciendo el puzzle.
Y ya
para terminar, confesaré que, además de escribir una novela entretenida y,
sobre todo, emocionante, yo también quería hacer un modesto homenaje a la
generación de mis padres, la generación del miedo, la que tuvo que atravesar la prolongada noche de piedra, la que vivió durante años en una atmósfera que, estoy
convencido, tuvo muy poco que ver con la parte más dramática de mi experiencia
en la clínica del cortador de anginas que citaba al principio.
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