domingo, 2 de diciembre de 2018

El Micromerón, amplias emociones en minúsculos comprimidos


No hace falta un libro muy extenso para transmitir una marejada de emociones. Hay multitud de ejemplos posibles: La metamorfosis, Veinticuatro horas en la vida de una mujer, Aura, De ratones y hombres, Bartleby el escribiente, Fosco, El astillero, Dos letters. Podría citar un centenar de títulos con facilidad, un centenar de novelas cortas que han encontrado y mantienen un espacio preferente en mi memoria. Lo que desde luego no podría hacer es el prodigio de compresión que ha logrado José María García Hernández en El Micromerón: cien historias cortas, cien comprimidos con las más diversas emociones en poco más de cien páginas. 

El último libro de Ediciones de la Discreta, que el autor presentó en la Casa de Fieras del Retiro bien acompañado por Juan Pedro Aparicio y Emilio Gavilanes  –dos grandes autores de historias emocionantes­–, es el Decamerón de los tiempos que corren, los de la hiperconectividad.

Los soportes cambian, por momentos lo hacen a ritmos vertiginosos, pero la necesidad de emocionarnos permanece y los autores capaces de provocarnos emociones siguen existiendo. A lo largo de diez jornadas, los microrrelatos de García Hernández nos trasladan del remoto pasado al probable futuro, del agradable sueño a la horrible pesadilla, de la ficción científica a la sórdida realidad. Del humor gamberro, negro negrísimo, podemos saltar al cuento de hadas, la carcajada jovial o amarga nos lleva, en la hoja siguiente, a la reflexión metafísica.

Resisto la tentación a reproducir alguno de los microrrelatos, con extensiones que van desde apenas tres líneas a poco más de una carilla, porque sería una pista equívoca. Cada historia es un mundo diferente, capaz de provocarnos una risa sana o un trago amargo, sonreír o pensar sobre la amplísima variedad de emociones que pueden ocultarse bajo unas pocas pero muy bien escogidas palabras. Nadie debería privarse de semejante degustación.


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