Un
calculado paso atrás, para coger impulso o para mantener al menos las
constantes vitales. Un obligado paso adelante, porque detrás hay un precipicio,
seguido de un plante ante un desplante. Un sorprendente salto, una voltereta de
malabarista que acaba con brazos abiertos y manos hacia arriba, como pidiendo
aplauso. El de la política sería un juego entretenido –de ajedrez, de tronos,
de poker o de simple parchís– si no fuera porque millones de personas están
precisadas de soluciones que, a corto plazo, no llegarán. Porque los
principales actores transmiten la impresión de que el juego es lo que les
gusta, que les importa más que las soluciones para las personas. Un juego nunca
centrado en buscar acuerdos y consensos, una estrategia de tramposos que busca
debilitar al adversario, tomar ventaja, en el presente o con miras en el
futuro. ¿Lealtad? ¿Qué es eso? Lo que importa es el juego. Hasta que llegue la
hora de sacar de nuevo las urnas. Entonces, tal vez sea la abstención la que
gane el juego. Pero la abstención tampoco tendrá apoyos suficientes para
presidir el Gobierno, tampoco podrá aportar soluciones para los problemas de
las personas. La legión de los indignados, eso sí, no dejará de crecer.
sábado, 23 de enero de 2016
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4 comentarios:
Haberá que esperar tempos mellores!.
Que boa falta fan...
¡Qué bien expresado está: “El juego es lo que les gusta...”.
Esos actores tienen, desde su educación en la infancia, desde sus colegios, desde sus familias, desde sus círculos de influencia, la idea inculcada de que la política es una carrera genial para forrarse sin demasiado esfuerzo. Y eso es lo que hacen: “su carrera”. ¿Qué es eso de “vocación de servicio”? ¿Qué es eso de “personas necesitadas de soluciones”? ¡Eso no está en el juego!
Efectivamente la legión de indignados crecemos día a día. Y la abstención también. Solo hace falta una masa crítica para que no tengan más remedio que cambiar el juego. Entonces, sí, habrá que votar, porque la abstención ya les habrá enviado el mensaje: -¡De vosotros...ninguno!
Hace muchos años que me he salido del tablero. ¡No juego con estas reglas! Eso sí, acompaño a mi mujer a la mesa electoral como gritando en silencio: ¡No estoy en la playa! ¡No estoy de vacaciones! ¡No estoy viendo la televisión! ¡Estoy aquí, en este colegio, y no os voto a ninguno!
Cierto es que a ninguno les importa si grito o si voto, pero me importa a mí. ¡Mis 81 céntimos para diputado, mis 32 céntimos para senador o mis 54 céntimos para concejal no los van a cobrar ninguno de ellos!
Y regresando a casa, paseando “xino-xano” como se dice en Barcelona, se me instala una sonrisa de satisfacción en esta cara de serio que dios me dio que al sentirla me digo: ¡Una sonrisa!... ¡Mira, para algo positivo han servido estas elecciones...!
Leo tu comentario casi medio año después y me sorprendo al saber que las botellas al mar son encontradas, que las ondas que producen sintonizan tan bien con otras personas. Muy bien expresados tus pensamientos y sentimientos.
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